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domingo, 10 de junho de 2012

Rio + 20: BRASIL! MOSTRA TUA CARA!


E ASSIM TEM SIDO
   NOS ÚLTIMOS 500 ANOS:
grilhagem, banditismo, apropriação, assassinato, extermínio, roubo:
em nome de Deus?                                         

     









     


Ausencia de una narrativa nueva en la Rio+20

08/06/2012
El vacío básico del documento de la ONU para la Río 20 reside en una completa ausencia de unanarrativa o de una cosmología nuevas que podrían garantizar la esperanza del «futuro que queremos», lema del gran encuentro. Tal como está, niega cualquier futuro prometedor.
Para sus formuladores, el futuro depende de la economía, poco importa el adjetivo que se le agregue: sostenible o verde. Especialmente la economía verde realiza el gran asalto al último reducto de la naturaleza: transformar en mercancía y poner precio a aquello que es común, natural, vital e insustituible para la vida como el agua, los suelos, la fertilidad, las selvas, los genes etcétera. Lo que pertenece a la vida es sagrado y no puede ir al mercado de los negocios. Pero está yendo, bajo este imperativo categórico: aprópiate de todo, haz comercio con todo, especialmente con la naturaleza y con sus bienes y servicios.
He aquí el supremo egocentrismo y arrogancia de los seres humanos, llamado tambiénantropocentrismo. Éstos ven a la Tierra como un almacén de recursos sólo para ellos, sin darse cuenta de que no somos los únicos que habitamos la Tierra ni somos sus propietarios; no nos sentimos parte de la naturaleza, sino fuera y por encima de ella como sus «dueños y señores». Olvidamos, sin embargo, que existe toda la comunidad de vida visible (5% de la biosfera) y cuatrillones de cuatrillones de microorganismos invisibles (95%) que garantizan la vitalidad y la fecundidad de la Tierra. Todos ellos pertenecen al condominio Tierra y tienen derecho a vivir y convivir con nosotros. Sin relaciones de interdependencia con ellos, ni siquiera podríamos existir. El documento no tiene en cuenta nada de esto. Podemos decir entonces que con él no hay salvación. Abre un camino hacia el abismo. Mientras tengamos tiempo, urge evitarlo.
Nuestra actual narrativa o cosmología es la de la conquista del mundo con vistas al crecimiento ilimitado. Se caracteriza por ser mecanicista, determinista, atomizada y reduccionista. Según esa narrativa, el 20% de la población mundial controla y consume el 80% de todos los recursos naturales, la mitad de las grandes selvas han sido destruidas, el 65% de las tierras agrícolas cultivables, perdidas, de 27,000 a 100,000 especies de seres vivos desaparecen cada año (Wilson) y más de 1000 agentes químicos sintéticos, la mayoría tóxicos, son lanzados a la naturaleza. Construimos armas de destrucción masiva, capaces de eliminar toda la vida humana. El efecto final es el desequilibrio del sistema-Tierra que se expresa por el calentamiento global. Con los gases ya acumulados, hacia 2035 llegaremos fatalmente a un incremento de 3-4 °C, lo que hará la vida, tal como la conocemos, prácticamente imposible.
La actual crisis económico-financiera, que está sumergiendo a naciones enteras en la miseria, nos hace perder la percepción del peligro y conspira contra cualquier cambio necesario de rumbo.
En contraposición, surge la narrativa o la cosmología del cuidado y de la responsabilidad universal, potencialmente salvadora. Consiguió su mejor expresión en la Carta de la Tierra. Sitúa nuestra realidad dentro de la cosmogénesis, aquel inmenso proceso evolutivo que se inició hace 13.7 miles de millones de años. El universo está expandiéndose, auto-organizándose y auto-creándose continua mente. En él todo es relación en redes y nada existe fuera de esta relación. Por eso todos los seres son interdependientes y colaboran entre sí para garantizar el equilibrio de todos los factores. La misión humana reside en cuidar y mantener esa armonía sinfónica. Necesitamos producir no para la acumulación y el enriquecimiento privado sino lo suficiente y decente para todos, respetando los límites y los ciclos de la naturaleza.
Por detrás de todos los seres actúa la Energía de fondo que dio origen y sustenta el universo permitiendo nuevas emergencias. La más espectacular de ellas es la Tierra viva y los humanos, la porción consciente de ella, con la misión de cuidarla y de responsabilizarse por ella.
Esta nueva narrativa garantiza «el futuro que queremos». De lo contrario seremos empujados fatalmente a un caos colectivo con consecuencias funestas. Ella se revela inspiradora. En vez de hacer negocios con la naturaleza nos situamos en el seno de ella en profunda sintonía y sinergia, respetando sus límites y buscando el «vivir bien», que es la armonía con todos y con la Madre Tierra. La característica de esta nueva cosmología es el cuidado en lugar de la dominación, el reconocimiento del valor intrínseco de cada ser y no su mera utilización por el hombre, el respeto por toda la vida y por los derechos de la naturaleza y no su explotación, y la articulación de la justicia ecológica con la justicia social.
Esta narrativa está más de acuerdo con las necesidades reales humanas y con la lógica del propio universo. Si el documento Río +20 la adoptase como telón de fondo, se crearía la oportunidad de una civilización planetaria en la cual el cuidado, la cooperación, el amor, el respeto, la alegría y la espiritualidad serían centrales. Tal opción apuntaría no hacia el abismo sino hacia el futuro que queremos: una biocivilización de la buena esperanza.
Leonardo Boff es autor con Mark Hathaway de El Tao de la liberación: la ecología de la trasformación, Trotta 2012.

sábado, 9 de abril de 2011

a sociedade ocidental se refugia numa hipocrisia odiosa ...

O NEOCOLONIALISMO CONTINUA. 



África e Brasil se irmanam no sentimento de apropriação e morte.
Todos os extermínios apropriativos se repetem na história da humanidade. 



Une civilisation qui s’avère incapable de résoudre les problèmes que suscite son fonctionnement est une civilisation décadente.
Une civilisation qui choisit de fermer les yeux à ses problèmes les plus cruciaux est une civilisation atteinte.
Une civilisation qui ruse avec ses principes est une civilisation moribonde.


Uma civilização que é incapaz de resolver os problemas que surgem a partir de seu funcionamento é uma civilização decadente.
Uma civilização que prefere ignorar os seus problemas mais cruciais é uma civilização atingida.
Uma civilização que engana com seus princípios é uma civilização moribunda..


Aimé Césaire nasceu na Martinica em 1913 e faleceu em 17 abril de 2008. Ele foi prefeito de Fort de France 1945-2001 e membro da Martinica 1945-1993. Rompeu com o PCF (Partido Comunista Francês), durante a Revolução Húngara de 1956 ea posterior intervenção soviética. Discurso sobre o colonialismo foi publicado pela Editions, em 1950 e nas edições Présence Africaine, em 1955.

As linhas de força do Discurso sobre o colonialismo contemporâneo, seja em relação à dominação e exploração imperialista da África - para citar o continente - ou na tentativa de "atualizar o aspectos positivos "do colonialismo, ou eufemizar as conseqüências extremas.


« Discours sur le colonialisme » d’Aimé Césaire (extraits)

Une civilisation qui s’avère incapable de résoudre les problèmes que suscite son fonctionnement est une civilisation décadente.
Une civilisation qui choisit de fermer les yeux à ses problèmes les plus cruciaux est une civilisation atteinte.

Une civilisation qui ruse avec ses principes est une civilisation moribonde.
Le fait est que la civilisation dite « européenne », la civilisation « occidentale », telle que l’ont façonnée deux siècles de régime bourgeois, est incapable de résoudre les deux problèmes majeurs auxquels son existence a donné naissance : le problème du prolétariat et le problème colonial ; que, déferrée à la barre de la « raison », comme à la barre de la « conscience », cette Europe-là est impuissante à se justifier ; et que, de plus en plus, elle se réfugie dans une hypocrisie d’autant plus odieuse qu’elle a de moins en moins chance de tromper.

L’Europe est indéfendable.

Il paraît que c’est la constatation que se confient tout bas les stratèges américains.
En soi cela n’est pas grave.

Le grave est que « l’Europe » est moralement, spirituellement indéfendable.
Et aujourd’hui il se trouve que ce ne sont pas seulement les masses européennes qui incriminent, mais que l’acte d’accusation est proféré sur le plan mondial par des dizaines et des dizaines de millions d’hommes qui, du fond de l’esclavage, s’érigent en juges.
On peut tuer en Indochine, torturer à Madagascar, emprisonner en Afrique, sévir aux Antilles. Les colonisés savent désormais qu’ils ont sur les colonialistes un avantage. Ils savent que leurs « maîtres » provisoires mentent.

Donc que leurs maîtres sont faibles.

Et puisque aujourd’hui il m’est demandé de parler de la colonisation et de la civilisation, allons droit au mensonge principal à partir duquel prolifèrent tous les autres.

Colonisation et civilisation ?

La malédiction la plus commune en cette matière est d’être la dupe de bonne foi d’une hypocrisie collective, habile à mal poser les problèmes pour mieux légitimer les odieuses solutions qu’on leur apporte.

Cela revient à dire que l’essentiel est ici de voir clair, de penser clair, entendre dangereusement, de répondre clair à l’innocente question initiale : qu’est-ce en son principe que la colonisation ? De convenir de ce qu’elle n’est point ; ni évangélisation, ni entreprise philanthropique, ni volonté de reculer les frontières de l’ignorance, de la maladie, de la tyrannie, ni élargissement de Dieu, ni extension du Droit ; d’admettre une fois pour toutes, sans volonté de broncher aux conséquences, que le geste décisif est ici de l’aventurier et du pirate, de l’épicier en grand et de l’armateur, du chercheur d’or et du marchand, de l’appétit et de la force, avec, derrière, l’ombre portée, maléfique, d’une forme de civilisation qui, à un moment de son histoire, se constate obligée, de façon interne, d’étendre à l’échelle mondiale la concurrence de ses économies antagonistes.

Poursuivant mon analyse, je trouve que l’hypocrisie est de date récente ; que ni Cortez découvrant Mexico du haut du grand téocalli, ni Pizarre devant Cuzco (encore moins Marco Polo devant Cambaluc), ne protestent d’être les fourriers d’un ordre supérieur ; qu’ils tuent ; qu’ils pillent ; qu’ils ont des casques, des lances, des cupidités ; que les baveurs sont venus plus tard ; que le grand responsable dans ce domaine est le pédantisme chrétien, pour avoir posé les équations malhonnêtes : christianisme = civilisation ; paganisme = sauvagerie, d’où ne pouvaient que s’ensuivre d’abominables conséquences colonialistes et racistes, dont les victimes devaient être les Indiens, les Jaunes, les Nègres.

Cela réglé, j’admets que mettre les civilisations différentes en contact les unes avec les autres est bien ; que marier des mondes différents est excellent ; qu’une civilisation, quel que soit son génie intime, à se replier sur elle-même, s’étiole ; que l’échange est ici l’oxygène, et que la grande chance de l’Europe est d’avoir été un carrefour, et que, d’avoir été le lieu géométrique de toutes les idées, le réceptacle de toutes les philosophies, le lieu d’accueil de tous les sentiments en a fait le meilleur redistributeur d’énergie.

Mais alors je pose la question suivante : la colonisation a-t-elle vraiment mis en contact ? Ou, si l’on préfère, de toutes les manières d’« établir contact », était-elle la meilleure ?
Je réponds non.

Et je dis que de la colonisation à la civilisation, la distance est infinie ; que, de toutes les expéditions coloniales accumulées, de tous les statuts coloniaux élaborés, de toutes les circulaires ministérielles expédiées, on ne saurait réussir à extirper une seule valeur humaine.

Il faudrait d’abord étudier comment la colonisation travaille à déciviliser le colonisateur, à l’abrutir au sens propre du mot, à le dégrader, à le réveiller aux instincts enfouis, à la convoitise, à la violence, à la haine raciale, au relativisme moral, et montrer que, chaque fois qu’il y a au Viêt-nam une tête coupée et un œil crevé – et qu’en France on accepte –, une fillette violée – et qu’en France on accepte –, un Malgache supplicié – et qu’en France on accepte –, il y a un acquis de la civilisation qui pèse de son poids mort, une régression universelle qui s’opère, une gangrène qui s’installe, un foyer d’infection qui s’étend et qu’au bout de tous ces traités violés, de tous ces mensonges propagés, de toutes ces expéditions punitives tolérées, de tous ces prisonniers ficelés et « interrogés », de tous ces patriotes torturés, au bout de cet orgueil racial encouragé, de cette jactance étalée, il y a le poison instillé dans les veines de l’Europe, et le progrès lent, mais sûr, de l’ensauvagement du continent.
Et alors, un beau jour, la bourgeoisie est réveillée par un formidable choc en retour : les gestapos s’affairent, les prisons s’emplissent, les tortionnaires inventent, raffinent, discutent autour des chevalets.
On s’étonne, on s’indigne. On dit : « Comme c’est curieux ! Mais, bah ! C’est le nazisme, ça passera ! » Et on attend, et on espère ; et on se tait à soi-même la vérité, que c’est une barbarie, mais la barbarie suprême, celle qui couronne, celle qui résume la quotidienneté des barbaries ; que c’est du nazisme, oui, mais qu’avant d’en être la victime, on en a été le complice ; que ce nazisme-là, on l’a supporté avant de le subir, on l’a absous, on a fermé l’œil là-dessus, on l’a légitimé, parce que, jusque-là, il ne s’était appliqué qu’à des peuples non européens ; que ce nazisme-là, on l’a cultivé, on en est responsable, et qu’il sourd, qu’il perce, qu’il goutte, avant de l’engloutir dans ses eaux rougies de toutes les fissures de la civilisation occidentale et chrétienne.

Oui, il vaudrait la peine d’étudier, cliniquement, dans le détail, les démarches d’Hitler et de l’hitlérisme et de révéler au très distingué, très humaniste, très chrétien bourgeois du XXe siècle qu’il porte en lui un Hitler qui s’ignore, qu’un Hitler l’habite, qu’Hitler est son démon, que s’il le vitupère c’est par manque de logique, et qu’au fond, ce qu’il ne pardonne pas à Hitler, ce n’est pas le crime en soi, le crime contre l’homme, ce n’est pas l’humiliation de l’homme en soi, c’est le crime contre l’homme blanc, c’est l’humiliation de l’homme blanc, et d’avoir appliqué à l’Europe des procédés colonialistes dont ne relevaient jusqu’ici que les Arabes d’Algérie, les coolies de l’Inde et les nègres d’Afrique.
J’ai beaucoup parlé d’Hitler. C’est qu’il le mérite : il permet de voir gros et de saisir que la société capitaliste, à son stade actuel, est incapable de fonder un droit des gens, comme elle s’avère impuissante à fonder une morale individuelle. Qu’on le veuille ou non : au bout du cul-de-sac Europe, je veux dire l’Europe d’Adenauer [Konrad Adenauer, 1876-1967,Chancelier de République fédérale Allemande de 1949 à 1963, président de la CDU – Union chrétienne-démocrate] de Schuman [Robert Schuman, 1866-1963, député démocrate-chrétien de 1945 à 1962, fondateur du MRP, a occupé de nombreux postes ministériels sous la Ive République française et est connu comme auteur du plan de la Communauté européenne du charbon etde l’acier en 1952, symbole de la réconciliation franco-allemande], Bidault [Georges Bidault, membre du Conseil national de la Résistance un des fondateurs du MRP, opposant farouche à l’indépendance de l’Algrie et donc aux option de De Gaulle, en la matière] et quelques autres, il y a Hitler. Au bout du capitalisme, désireux de se survivre, il y a Hitler. Au bout de l’humanisme formel et du renoncement philosophique, il y a Hitler.

Et, dès lors, une de ses phrases s’impose à moi : « Nous aspirons, non pas à l’égalité, mais à la domination. Le pays de race étrangère devra redevenir un pays de serfs, de journaliers agricoles ou de travailleurs industriels. Il ne s’agit pas de supprimer les inégalités parmi les hommes, mais de les amplifier et d’en faire une loi. »

Cela sonne net, hautain, brutal, et nous installe en pleine sauvagerie hurlante. Mais descendons d’un degré. Qui parle ? J’ai honte à le dire : c’est l’humaniste occidental, le philosophe « idéaliste ». Qu’il s’appelle Renan [Joseph Ernest Renan 1823-1892], c’est un hasard. Que ce soit tiré d’un livre intitulé : La Réforme intellectuelle et morale [1871], qu’il ait été écrit en France, au lendemain d’une guerre [face à l’Allemagne, menée sous la houlette de Napoléon III] que la France avait voulue du droit contre la force, cela en dit long sur les mœurs bourgeoises.

« La régénération des races inférieures ou abâtardies par les races supérieures est dans l’ordre providentiel de l’humanité. L’homme du peuple est presque toujours, chez nous, un noble déclassé, sa lourde main est bien mieux faite pour manier l’épée que l’outil servile. Plutôt que de travailler, il choisit de se battre, c’est-à-dire qu’il revient à son premier état. Regere imperio populos, voilà notre vocation. Versez cette dévorante activité sur des pays qui, comme la Chine, appellent la conquête étrangère. Des aventuriers qui troublent la société européenne, faites un ver sacrum, un essaim comme ceux des Francs, des Lombards, des Normands, chacun sera dans son rôle. La nature a fait une race d’ouvriers, c’est la race chinoise, d’une dextérité de main merveilleuse sans presque aucun sentiment d’honneur ; gouvernez-la avec justice, en prélevant d’elle, pour le bienfait d’un tel gouvernement, un ample douaire au profit de la race conquérante, elle sera satisfaite ; une race de travailleurs de la terre, c’est le nègre ; soyez bon pour lui et humain, et tout sera dans l’ordre ; une race de maîtres et de soldats, c’est la race européenne. Réduisez cette noble race à travailler dans l’ergastule comme des nègres et des Chinois, elle se révolte. Tout révolté est, chez nous, plus ou moins, un soldat qui a manqué sa vocation, un être fait pour la vie héroïque, et que vous appliquez à une besogne contraire à sa race, mauvais ouvrier, trop bon soldat. Or, la vie qui révolte nos travailleurs rendrait heureux un Chinois, un fellah, êtres qui ne sont nullement militaires. Que chacun fasse ce pour quoi il est fait, et tout ira bien. »

Hitler ? Rosenberg [Alfred Rosenberg, 1893-1946, idéologue du nazisme, avec son ouvrage Le Mythe du XXe siècle publiée en 1930] ] ? Non, Renan.

Mais descendons encore d’un degré. Et c’est le politicien verbeux. Qui proteste ? Personne, que je sache, lorsque M. Albert Sarraut [1872-1962, radical-socialiste, Gouverneur de l’Indochine, plusieurs fois ministre de l’Intérieur sous la IIIe République et Président du Conseil], tenant discours aux élèves de l’École coloniale, leur enseigne qu’il serait puéril d’opposer aux entreprises européennes de colonisation « un prétendu droit d’occupation et je ne sais quel autre droit de farouche isolement qui pérenniserait en des mains incapables la vaine possession de richesses sans emploi. »
Et qui s’indigne d’entendre un certain R.P. Barde [prêtre] assurer que les biens de ce monde, « s’ils restaient indéfiniment répartis, comme ils le seraient sans la colonisation, ne répondraient ni aux desseins de Dieu, ni aux justes exigences de la collectivité humaine » ?
Attendu, comme l’affirme son confrère en christianisme, le R. P. Muller : « … que l’humanité ne doit pas, ne peut pas souffrir que l’incapacité, l’incurie, la paresse des peuples sauvages laissent indéfiniment sans emploi les richesses que Dieu leur a confiées avec mission de les faire servir au bien de tous ».

Personne.

Je veux dire : pas un écrivain patenté, pas un académicien, pas un prédicateur, pas un politicien, pas un croisé du droit et de la religion, pas un « défenseur de la personne humaine ».
Et pourtant, par la bouche des Sarraut et des Barde, des Muller et des Renan, par la bouche de tous ceux qui jugeaient et jugent licite d’appliquer aux peuples extra-européens, et au bénéfice de nations plus fortes et mieux équipées, « une sorte d’expropriation pour cause d’utilité publique », c’était déjà Hitler qui parlait.

Où veux-je en venir ? À cette idée : que nul ne colonise innocemment, que nul non plus ne colonise impunément ; qu’une nation qui colonise, qu’une civilisation qui justifie la colonisation — donc la force — est déjà une civilisation malade, une civilisation moralement atteinte, qui, irrésistiblement, de conséquence en conséquence, de reniement en reniement, appelle son Hitler, je veux dire son châtiment.

Colonisation : tête de pont dans une civilisation de la barbarie d’où, à n’importe quel moment, peut déboucher la négation pure et simple de la civilisation.
J’ai relevé dans l’histoire des expéditions coloniales quelques traits que j’ai cités ailleurs tout à loisir.
Cela n’a pas eu l’heur de plaire à tout le monde. Il paraît que c’est tirer de vieux squelettes du placard. Voire !

Était-il inutile de citer le colonel de Montagnac, un des conquérants de l’Algérie : « Pour chasser les idées qui m’assiègent quelquefois, je fais couper des têtes, non pas des têtes d’artichauts, mais bien des têtes d’hommes. »

Convenait-il de refuser la parole au comte d’Herisson [« actif » aussi en Tunise] : « Il est vrai que nous rapportons un plein baril d’oreilles récoltées, paire à paire, sur les prisonniers, amis ou ennemis. »
Fallait-il refuser à Saint-Arnaud [Général Achille le Roy dit Saint-Arnaud qui assura le commandement de la Division de Constantine, en 1837 avec le grade de capitaine, il dirige le « siège de Constantine »] le droit de faire sa profession de foi barbare : « On ravage, on brûle, on pille, on détruit les maisons et les arbres. »

Fallait-il empêcher le maréchal Bugeaud [gouverneur général de l’Algérie de 1840 à 1847 ; il dirigea la conquête du Maroc] de systématiser tout cela dans une théorie audacieuse et de se revendiquer des grands ancêtres : « Il faut une grande invasion en Afrique qui ressemble à ce que faisaient les Francs, à ce que faisaient les Goths. »

Fallait-il rejeter dans les ténèbres de l’oubli le fait d’armes mémorable du commandant Gérard [qui organisa la répression féroce du soulèvement populaire à Madgascar] et se taire sur la prise d’Ambike, une ville qui, à vrai dire, n’avait jamais songé à se défendre : « Les tirailleurs n’avaient ordre de tuer que les hommes, mais on ne les retint pas ; enivrés de l’odeur du sang, ils n’épargnèrent pas une femme, pas un enfant… À la fin de l’après-midi, sous l’action de la chaleur, un petit brouillard s’éleva : c’était le sang des cinq mille victimes, l’ombre de la ville, qui s’évaporait au soleil couchant. »
Oui ou non, ces faits sont-ils vrais ? Et les voluptés sadiques, les innombrables jouissances qui vous frisselisent la carcasse de Loti [1] quand il tient au bout de sa lorgnette d’officier un bon massacre d’Annamites ? Vrai ou pas vrai ?

Et si ces faits sont vrais, comme il n’est au pouvoir de personne de le nier, dira-t-on, pour les minimiser, que ces cadavres ne prouvent rien ?

Pour ma part, si j’ai rappelé quelques détails de ces hideuses boucheries, ce n’est point par délectation morose, c’est parce que je pense que ces têtes d’hommes, ces récoltes d’oreilles, ces maisons brûlées, ces invasions gothiques, ce sang qui fume, ces villes qui s’évaporent au tranchant du glaive, on ne s’en débarrassera pas à si bon compte. Ils prouvent que la colonisation, je le répète, déshumanise l’homme même le plus civilisé ; que l’action coloniale, l’entreprise coloniale, la conquête coloniale, fondée sur le mépris de l’homme indigène et justifiée par ce mépris, tend inévitablement à modifier celui qui l’entreprend ; que le colonisateur, qui, pour se donner bonne conscience, s’habitue à voir dans l’autre la bête, s’entraîne à le traiter en bête, tend objectivement à se transformer lui-même en bête. C’est cette action, ce choc en retour de la colonisation qu’il importait de signaler.
Partialité ? Non. Il fut un temps où de ces mêmes faits on tirait vanité, et où, sûr du lendemain, on ne mâchait pas ses mots. Une dernière citation ; je l’emprunte à un certain Carl Sieger, auteur d’un Essai sur la Colonisation [Paris, 1907] : « Les pays neufs sont un vaste champ ouvert aux activités individuelles, violentes, qui, dans les métropoles, se heurteraient à certains préjugés, à une conception sage et réglée de la vie, et qui, aux colonies, peuvent se développer plus librement et mieux affirmer, par suite, leur valeur. Ainsi, les colonies peuvent, à un certain point, servir de soupape de sûreté à la société moderne. Cette utilité serait-elle la seule, elle est immense. »

En vérité, il est des tares qu’il n’est au pouvoir de personne de réparer et que l’on n’a jamais fini d’expier. Mais parlons des colonisés.

Je vois bien ce que la colonisation a détruit : les admirables civilisations indiennes et que ni Deterding [Henri Detering contribua à mettre en place le cartel du pétrole dans les années 1920 : les Seven Sisters], ni Royal Dutch, ni Standard Oil ne me consoleront jamais des Aztèques et des Incas.
Je vois bien celles – condamnées à terme – dans lesquelles elle a introduit un principe de ruine : Océanie, Nigéria, Nyassaland [nom colonial du Malawi, en référence au lac Nyassa]. Je vois moins bien ce qu’elle a apporté.

Sécurité ? Culture ? Juridisme ? En attendant, je regarde et je vois, partout où il y a, face à face, colonisateurs et colonisés, la force, la brutalité, la cruauté, le sadisme, le heurt et, en parodie de la formation culturelle, la fabrication hâtive de quelques milliers de fonctionnaires subalternes, de boys, d’artisans, d’employés de commerce et d’interprètes nécessaires à la bonne marche des affaires.
J’ai parlé de contact.

Entre colonisateur et colonisé, il n’y a de place que pour la corvée, l’intimidation, la pression, la police, l’impôt, le vol, le viol, les cultures obligatoires, le mépris, la méfiance, la morgue, la suffisance, la muflerie, des élites décérébrées, des masses avilies.

Aucun contact humain, mais des rapports de domination et de soumission qui transforment l’homme colonisateur en pion, en adjudant, en garde-chiourme, en chicote et l’homme indigène en instrument de production.

À mon tour de poser une équation : colonisation = chosification.

J’entends la tempête. On me parle de progrès, de « réalisations », de maladies guéries, de niveaux de vie élevés au-dessus d’eux-mêmes.
Moi, je parle de sociétés vidées d’elles-mêmes, des cultures piétinées, d’institutions minées, de terres confisquées, de religions assassinées, de magnificences artistiques anéanties, d’extraordinaires possibilités supprimées.
On me lance à la tête des faits, des statistiques, des kilométrages de routes, de canaux, de chemins de fer.
Moi, je parle de milliers d’hommes sacrifiés au Congo-Océan. Je parle de ceux qui, à l’heure où j’écris, sont en train de creuser à la main le port d’Abidjan. Je parle de millions d’hommes arrachés à leurs dieux, à leur terre, à leurs habitudes, à leur vie, à la vie, à la danse, à la sagesse.
Je parle de millions d’hommes à qui on a inculqué savamment la peur, le complexe d’infériorité, le tremblement, l’agenouillement, le désespoir, le larbinisme (du mot larbin, péjoratif, qui signifie domestique, valet, homme servile. PTAG).

On m’en donne plein la vue de tonnage de coton ou de cacao exporté, d’hectares d’oliviers ou de vignes plantés.

Moi, je parle d’économies naturelles, d’économies harmonieuses et viables, d’économies à la mesure de l’homme indigène désorganisées, de cultures vivrières détruites, de sous-alimentation installée, de développement agricole orienté selon le seul bénéfice des métropoles, de rafles de produits, de rafles de matières premières.

On se targue d’abus supprimés.
Moi aussi, je parle d’abus, mais pour dire qu’aux anciens – très réels – on en a superposé d’autres– très détestables. On me parle de tyrans locaux mis à la raison ; mais je constate qu’en général ils font très bon ménage avec les nouveaux et que, de ceux-ci aux anciens et vice-versa, il s’est établi, au détriment des peuples, un circuit de bons services et de complicité.
On me parle de civilisation, je parle de prolétarisation et de mystification.
Pour ma part, je fais l’apologie systématique des civilisations para-européennes.
Chaque jour qui passe, chaque déni de justice, chaque matraquage policier, chaque réclamation ouvrière noyée dans le sang, chaque scandale étouffé, chaque expédition punitive, chaque car de C.R.S., chaque policier et chaque milicien nous fait sentir le prix de nos vieilles sociétés.
C’étaient des sociétés communautaires, jamais de tous pour quelques-uns.
C’étaient des sociétés pas seulement anté-capitalistes, comme on l’a dit, mais aussi anti-capitalistes.
C’étaient des sociétés démocratiques, toujours.
C’étaient des sociétés coopératives, des sociétés fraternelles.

Je fais l’apologie systématique des sociétés détruites par l’impérialisme.

Elles étaient le fait, elles n’avaient aucune prétention à être l’idée, elles n’étaient, malgré leurs défauts, ni haïssables, ni condamnables. Elles se contentaient d’être. Devant elles n’avaient de sens, ni le mot échec, ni le mot avatar. Elles réservaient, intact, l’espoir.

Au lieu que ce soient les seuls mots que l’on puisse, en toute honnêteté, appliquer aux entreprises européennes hors d’Europe. Ma seule consolation est que les colonisations passent, que les nations ne sommeillent qu’un temps et que les peuples demeurent.
Cela dit, il paraît que, dans certains milieux, l’on a feint de découvrir en moi un « ennemi de l’Europe » et un prophète du retour au passé anté-européen.

Pour ma part, je cherche vainement où j’ai pu tenir de pareils discours ; où l’on m’a vu sous-estimer l’importance de l’Europe dans l’histoire de la pensée humaine ; où l’on m’a entendu prêcher un quelconque retour ; où l’on m’a vu prétendre qu’il pouvait y avoir retour.

l’Afrique a moins été sa mise en contact trop tardive avec le reste du monde, que la manière dont ce contact a été opéré ; que c’est au moment où l’Europe est tombée entre les mains des financiers et des capitaines d’industrie les plus dénués de scrupules que l’Europe s’est « propagée » ; que notre malchance a voulu que ce soit cette Europe-là que nous ayons rencontré sur notre route et que l’Europe est comptable devant la communauté humaine du plus haut tas de cadavres de l’histoire.
Par ailleurs, jugeant l’action colonisatrice, j’ai ajouté que l’Europe a fait fort bon ménage avec tous les féodaux indigènes qui acceptaient de servir ; ourdi avec eux une vicieuse complicité ; rendu leur tyrannie plus effective et plus efficace, et que son action n’a tendu a rien de moins qu’à artificiellement prolonger la survie des passés locaux dans ce qu’ils avaient de plus pernicieux.
J’ai dit – et c’est très différent – que l’Europe colonisatrice a entassé l’abus moderne sur l’antique injustice ; l’odieux racisme sur la vieille inégalité.

Que si c’est un procès d’intention que l’on me fait, je maintiens que l’Europe colonisatrice est déloyale à légitimer a posteriori l’action colonisatrice par les évidents progrès matériels réalisés dans certains domaines sous le régime colonial, attendu que la mutation brusque est chose toujours possible, en histoire comme ailleurs ; que nul ne sait à quel stade de développement matériel eussent été ces mêmes pays sans l’intervention européenne ; que l’équipement technique, la réorganisation administrative, « l’européanisation », en un mot, de l’Afrique ou de l’Asie n’étaient– comme le prouve l’exemple japonais – aucunement liés à l’occupation européenne ; que l’européanisation des continents non européens pouvait se faire autrement que sous la botte de l’Europe ; que ce mouvement d’européanisation était en train ; qu’il a même été ralenti ; qu’en tout cas il a été faussé par la mainmise de l’Europe.

À preuve qu’à l’heure actuelle, ce sont les indigènes d’Afrique ou d’Asie qui réclament des écoles et que c’est l’Europe colonisatrice qui en refuse ; que c’est l’homme africain qui demande des ports et des routes, que c’est l’Europe colonisatrice qui, à ce sujet, lésine ; que c’est le colonisé qui veut aller de l’avant, que c’est le colonisateur qui retient en arrière.[…]

1.- Il s’agit du récit de la prise de Thouan-An paru dans Le Figaro en septembre 1883 et cité dans le livre de N. Serban : Loti, sa vie, son œuvre.« Alors la grande tuerie avait commencé. On avait fait des feux de salve-deux ! et c’était plaisir de voir ces gerbes de balles, si facilement dirigeables, s’abattre sur eux deux fois par minute, au commandement d’une manière méthodique et sûre… On en voyait d’absolument fous, qui se relevaient pris d’un vertige de courir… Ils faisaient en zigzag et tout de travers cette course de la mort, se retroussant jusqu’aux reins d’une manière comique… et puis on s’amusait à compter les morts… ».

quarta-feira, 9 de março de 2011

Os Presidentes Lula e Dilma, entrarão para história como COVEIROS DOS POVOS INDÍGENAS.


Eu  chorei quando  vi  foto  do  Cacique  Raoni  chorando após  as  obras  de Belo Monte  terem sido  iniciadas. O apelo dos  indígenas na carta  dirigida " A nova  "mãe" , a  PresidentA Dilma, para  que  parasse Belo Monte, foi  em  vão. A  foto  ilustra muito  bem o  descaso  e total falta  de  respeito  aos  Direitos indígenas. A  lista  com  mais  de  600 mil  assinaturas  de  brasileiros contra  as  obras  de Belo Monte,  foi  também totalmente  ignorada.  A sucessora  segue cegamente  a  cartilha do  seu  antecessor LULA PT, de um  governo servil  aos dos  interesses financeiros  das  grandes  corporações de  investidores,  que,  é  claro,   financiaram  sua  campanha.

O  Artigo abaixo,  de  2010,  merece uma  profunda reflexão  sobre a responsabilidade de  cada  cidadão  que  reelegeu COM  O  SEU  VOTO este  modelo de  governo,  e  da incoerência  dos  intelectuais  que  deveriam  estar  ao lado  dos  oprimidos.  O  mesmo Leonardo Boff que  escreveu "Lula entrará na história como o grande depredador da Amazônia e o coveiro dos povos indígenas e ribeirinhos do Xingu" 25/fev/2010 ,  foi  o  mesmo  que  se  armou  em  cartas  e argumentos   em  defesa da  candidarura  de  Dilma,  retirando  o  seu  poético apoio  à candidatura de   Marina  Silva, as vésperas  da  eleição  presidencial  em setembro  de  2010

Se  não  houver  mudança no  comportamento da atual presidente do  Brasil, "PresidentA  Dilma",  a sucessora  do  governo  Lula,  herdará  também o  título  de  COVEIRA DOS  POVOS INDÍGENAS.

BASTA,  VAMOS  EXIGIR  MUDANÇAS!!!
 XINGU VIVO PARA  SEMPRE!!!!!!!!!!
BELO MONTE, NÃO!!!!

Cristina  Terra
Jornalista ambiental  QUE NÃO  VOTOU  NO  PT nem  no  PSDB!


"Coveiro de povos indígenas? 

Egon Dionísio Heck *

(artigo publicado no portal da Adital)
"Ainda há tempo de frear a construção desta monstruosidade(hidrelétrica de Belo Monte), porque há alternativas melhores. Não queremos que se realizem as palavras do bispo Dom Erwin Kräutler, defensor dos indígenas e contra Belo Monte: "Lula entrará na história como o grande depredador da Amazônia e o coveiro dos povos indígenas e ribeirinhos do Xingu".

(Leonardo Boff, Adital, 25/02/10).



Na década de 70, quando as grandes estradas e megalômanos projetos de hidrelétricas e outras obras devastadoras do meio ambiente e mortíferas para povos indígenas, isolados e refugiados nas matas amazônicas, se dizia que a função da Funai era ser  coveira de povos indígenas. Houve até uma reação indignada de alguns funcionários do órgão, que pediram demissão dizendo claramente que se negavam a continuar sendo "coveiros de índios".

Passados mais de quatro décadas o aspecto de voltar ou continuar sendo coveiros de índios, ronda novamente a realidade brasileira. As grandes obras estão não só de volta, mas com redobrado ímpeto e voracidade comandados pelas grandes empreiteiras, as maiores beneficiárias desse tipo de desenvolvimento predatório. O Programa de Aceleração do Crescimento segundo já está anunciado. Palanques estão sendo criados à custa da vida, de populações e povos, do meio ambiente e da bio e sociodiversidade. Uma espécie de ditadura do "progresso a qualquer custo" se impõe, mesmo com as evidências de sua violência e perversidade. E mais uma vez as grandes vítimas são os povos indígenas, os pobres os excluídos.

Dinheiro não falta

"Podem comprar um milhão de hectares de terra, mas nós não vamos deixar de lutar pela nossa terra tradicional". Essa foi a afirmação da liderança Terena Lindomar, num encontro de indígenas e seus aliados em Campo Grande. (25/02/10)
O presidente Lula esteve recentemente no Mato Grosso do Sul para inauguração de grande indústria de celulose. Nesta ocasião novamente voltou à tona a gravíssima situação dos povos indígenas do Estado, especialmente os Kaiowá Guarani e Terena, destituídos de suas terras tradicionais e submetidos aos "campos de concentração" em que se transformaram os confinamentos em que se encontram. O presidente da  República sabe dessa situação e muitas vezes tem sido alertado, em várias partes do Brasil e do mundo, sobre a necessidade de medidas urgentes para estancar esse processo genocida em que se transformou a realidade Guarani. Tanto assim é que novamente solicitou o empenho de setores políticos e econômicos locais para resolver esse incômodo problema. Comprem terra e dêem aos índios. Dinheiro não falta. Essas teriam sido as afirmações do presidente, veiculados na mídia. (Campo Grande News, 18/02/10).

O pedido soou como uma ordem, ou melhor, serviu como luva, para o setor do agro negócio que maquiavelicamente vem tramando contra qualquer reconhecimento das terras tradicionais dos povos indígenas da região. Arregaçaram as mangas e iniciaram um processo de busca de terras para serem compradas e dadas aos índios.  Existem dúvidas quanto às cifras e extensão.  Conforme a imprensa a proposta de Lula estaria na compre de 10 a 20 mil hectares. Prometem entregar pessoalmente ao presidente da República por ocasião de sua possível vinda para abertura da Expogrande, dia 18 de março.

Campanha Povo Guarani Grande Povo - Campo Grande, 25/02/10
* Assessor do Conselho Indigenista Missionário (CIMI) Mato Grosso do Sul' ""